Diablillos

Costumbre Popular que se ha perdido en el tiempo.
Fueron actividades que nunca gustaron al poder establecido y que la Iglesia procuró perseguir y, como en este caso, hacer desaparecer.
Los diablillos eran comparsas de mozos disfrazados que danzaban delante de la procesión del Corpus, el día de la Octava y el Domingo de la Santísima Trinidad.
No lo hacían de forma oficial y con la aceptación de los obispos, pero la simpatía que el público les dispensaba les hacía muy difícil evitarlo.
Aprovechando que iban disfrazados, entraban en las casas y cometían toda clase de tropelías y travesuras.
Tal es el caso que en 1749 un diablillo hirió gravemente a un transeúnte y huyó amparado en su disfraz.
El 19 de enero de 1759, el Fiscal General del Obispado de Jaén presentó petición al Gobernador Eclesiástico, Don Antonio de Miranda, para publicar el Edicto de Pecados, en el que señalaba que las anteriores medidas contra estos diablillos habían resultado inútiles.
Esta petición motivó un amplio informe en el que declararon seglares y clérigos sobre esta costumbre que tanto escándalo provocaban.
Este informe provocó que en abril se publicaran cuatro artículos conminando con prisión o multa a quienes contraviniesen las disposiciones eclesiásticas. Fue el fin de esta costumbre.