Son pequeñas capillas transportables, normalmente hechas de madera a modo de hornacina portátil.
En su interior normalmente tienen alguna imagen de una virgen.
Son muy antiguas, las hay por lo menos desde el siglo XVI.
En los pueblos tenían la tradición de son acogidas temporalmente por los vecinos en sus domicilios para después ser entregadas a otros vecinos que hacen lo mismo.
Al estallar la Guerra Civil estas vírgenes desaparecieron y no fue hasta 1950 cuando volvieron a surgir.
Algunas de ellas tenían un cepillo donde los vecinos iban llenando de limosnas.
Antiguamente cada virgen tenía una celadora, persona encargada del buen mantenimiento de las capillas portátiles y de llevarlas a la iglesia para extraer los donativos recaudados.