En las naves de la catedral se observa la dominante frontalidad con que se muestra el conjunto de retablos barrocos y neoclásicos que amueblan el interior de las capillas laterales. Sorprende entonces comprobar cómo en su momento se dejó prevista una “preinstalación” bien distinta a la finalmente realizada si atendemos a la inequívoca direccionalidad hacia la cabecera que marca la propia arquitectura de las capillas. Y así fue y se mantuvo durante todas las fases constructivas del templo, desde el siglo XVI al siglo XVIII. Tal recurso proyectual contaba con algún notable precedente medieval, llegando sus secuelas incluso a tierras americanas. En el caso de Jaén, hay que personalizar semejante decisión en Andrés de Vandelvira y en la fidelidad de quienes le sucedieron. El maestro de Alcaraz -y no Siloé- ya había compatibilizado frontalidad y lateralidad en las capillas de El Salvador (Úbeda). En Jaén no obstante fue más decidido y se decantó por orientar las capillas exclusivamente hacía la cabecera en base a la predominante costumbre arraigada desde tiempos del obispo Biedma, finales del sXIV, en la misma vieja catedral que ahora empezaba a sustituírse y que acabó siendo inmortalizada por Juan de Aranda Salazar en su plano de 1634.