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Oppidum Cerro Bollero
Ibero
Recinto fortificado de origen íbero que domina la población de Valenzuela ya que el emplazamiento urbano está localizado en la falda del mismo.
Las murallas y la ciudad se alzan sobre un cerro de empinadas laderas coronado por una meseta de 16 hectáreas.
El perímetro amurallado de piedra es de mediano tamaño y rodea a todo el asentimiento, apreciandose en toda su superficie restos de estructuras, algibes y restos de canalizaciones de agua.
Las murallas siguen una estructura tradicional en su construcción, con grandes piedras sobre las que se asentaban los muros de adobes.
El oppidum continuó su ocupación con los romanos.
En la actualidad quedan muy pocos resto de la fortificación, alternando las murallas de piedras pequeñas con los tramos de grandes sillares en sus vertientes este, norte y oeste, mientras que en su vertiente sur está protegido de forma natural por grandes tajos.
Alternando bloques ciclópeos con otros de menor tamaño que marcan el perímetro de la muralla.
Junto a un contrafuerte de sujección se encuentra una vaguada que da paso a una acrópolis en una meseta de menor extensión.
En la vertiente Sur de la ladera han aparecido silos o pozos.
Hay abundante cerámica en superficie fechada en el Hierro, ibero-romana (tégulas, sigillatas).
También se han detectado tumbas.
El descubrimiento de un relieve antropomorfo con una inscripción ibérica del sur. Las peculiaridades del nuevo relieve escultórico, distanciándose del gran grupo de Porcuna, aporta novedosas consideraciones para entender las comunidades indígenas prerromanas del curso medio del Guadalquivir. Los signos gráficos de la inscripción pertenecen al sistema paleohispánico Ibérico Meridional, pero la lengua no es Ibérico del NE, sino que presenta los rasgos de una lengua indoeuropea. La confrontación con textos celtibéricos y del SO en escrituras indígenas del NO y SO respectivamente, y, sobre todo, el estudio de los antropónimos y topónimos “hispanoceltas” en lengua latina permiten proponerlo.
La ciudad de Cerrillo Boyero debió organizar la ocupación del territorio, especialmente a partir del siglo I después de Cristo, cuando Roma impone la ocupación rural basada en el modelo de explotación agropecuaria familiar, cuya máxima expresión es la villa romana.