También conocida como Capilla de San Antonio Abad. Considerado protector contra la lepra y la epilepsia, así como contra las epidemias de peste que asolaban España en la Edad Media, San Antonio Abad llegó a tener por entonces una gran devoción entre los cordobeses.
Fue fundada por Don Ruy Fernández de Córdoba, primer Señor de Aguilar y hermano de Don Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como “el Gran Capitán”. Según el historiador Luis María Ramírez de las Casas Deza, sus patronos fueron los marqueses de Villaseca, en su condición de señores de Belmonte, y en ella están enterrados el trágicamente célebre veinticuatro Don Fernán Alfonso de Córdoba, primer Señor de Belmonte, y su segunda esposa, Doña Constanza de Baeza y Haro. Don Fernán Alfonso de Córdoba, veinticuatro de la ciudad y muy amigo del Rey Juan II, lo que le proporcionaba una posición distinguida dentro de la Corte de Castilla, estaba casado con Doña Beatriz de Hinestrosa, quien destacaba por su belleza. Sin embargo y a pesar del amor que había entre ellos, la felicidad no era completa, pues tras varios intentos no habían conseguido tener hijos. Por ello, Don Fernán decidió dejar la Corte y trasladarse a Córdoba junto a su esposa. Antes de marchar, el monarca le regaló un hermoso anillo que él entregó a su mujer. Días después de instalarse en la ciudad, fueron a visitarles sus primos, los comendadores Don Fernando y Don Jorge de Córdoba, siendo recibidos con fiestas que la propia Doña Beatriz se encargaba de organizar y presidir, con tan mala fortuna que Don Jorge acabó enamorándose de ella. Coincidió entonces que el veinticuatro tuvo que partir de nuevo a la Corte para entregar al monarca una petición municipal, viéndose obligado a prolongar allí su estancia. Las cartas que recibía de su esposa comenzaron a ser menos frecuentes, a la par que su criado Rodrigo le escribía pidiéndole que regresara cuanto antes. Uno de esos días, tuvo la visita de su primo Don Jorge, quien iba a tener audiencia con el rey. Tras estar con él, Don Fernán habló con el monarca, quien le expresó su enfado por el desinterés que había tenido con el preciado regalo que le había hecho tiempo atrás. Ante la extrañeza del veinticuatro, Don Juan le explicó que había visto el anillo en uno de los dedos de Don Jorge. Así, pidió al monarca permiso para regresar a Córdoba para recuperar su anillo y su honor, permiso que le fue concedido. Cuando llegó a casa, la imagen de su mujer le hizo dudar de que todo lo que sospechaba fuera cierto y consiguió calmar la ira que llevaba. Al día siguiente, al salir al jardín, el criado Rodrigo le contó que Doña Beatriz y Don Jorge eran amantes. Ese día, Don Fernán organizó una falsa cacería con el fin de dejar a su esposa y sus primos a solas. Por la noche, se escondió en el jardín y vio a Doña Beatriz con Don Jorge y a una prima de ella con Don Fernando, todos ellos cenando y bailando. Cuando las dos parejas se retiraron a sus habitaciones, el veinticuatro entró en uno de los cuartos y mató a su esposa y a su amante, yendo después a la otra estancia y asesinando igualmente a la prima de ésta y a Don Fernando. Tras huir con su criado, el rey Don Juan II tuvo conocimiento de todo lo ocurrido, otorgándole el indulto por tan desgraciados hechos.
En el interior de la capilla, podemos ver un retablo en madera dorada y datado a comienzos del siglo XVIII en el cual, en la hornacina central, se acoge una talla del santo titular también del XVIII.