La concha se caracteriza por estar aplanada (en contraposición a la concha globosa de Iberus gualtieranus alonensis), con frecuencia presentando una marcada quilla en el borde.
Muestra también característicos surcos que le dan un aspecto reticulado y que son mucho más acusados que los presentes en la concha de I. g. alonensis.
Se ha sugerido que su morfología aplanada le permite introducirse más fácilmente en las grietas propias de los terrenos kársticos, su principal refugio, escapando así del calor.
En estos hábitats el caracol pasa el día y el verano refugiado en la profundidad de las grietas kársticas, mientras que por la noche, durante el otoño-invierno, se desplaza hasta las zonas con vegetación, donde se alimenta de diversas especies de plantas.
Suele ser de color marrón claro, mientras que la parte blanda del animal tiene una tonalidad amarillenta.
El ombligo está descubierto en los inmaduros y parcialmente cubierto en los adultos.
Su tamaño varía considerablemente según la población. Mientras que en las poblaciones de la Sierra de Gádor los caracoles muestran un tamaño considerable, en las poblaciones de las Sierras de Jaén y Elvira son sensiblemente más pequeños.
Se localiza tan sólo en cuatro poblaciones aisladas del sudeste ibérico, concretamente en Jaén (Sierra de Jaén), Granada (Sierra Elvira) y Almería (Sierra de Gádor y Valle del Almanzora).
Probablemente estuvo más extendida en el pasado, pues hay citas de la presencia de subfósiles en la provincia de Málaga y citas antiguas en la Comunidad Valenciana.
Su origen geográfico fue la Sierra de Gádor, desde donde se extendió a otros lugares, puede que con intervención del hombre).
La taxonomía de todo el género Iberus es muy controvertida, pero recientes estudios moleculares están permitiendo vislumbrar las relaciones taxonómicas entre los diferentes morfotipos de este taxón. Hoy en día se considera una subespecie.
Está considerado un manjar, pero dado que se encuentra en peligro de extinción, no es recomendable su recolección en el campo.
Varios proyectos intentan su cría en cautividad en la actualidad.
Se encuentra en serio peligro de extinción pues está en sólo cuatro poblaciones, aisladas entre sí, con una densidad de ejemplares muy baja, y su supervivencia está amenazada por la sobreexplotación con fines gastronómicos y coleccionistas, a lo que hay que sumar la destrucción de su hábitat por canteras e invernaderos. Por estos motivos, está catalogada como "En peligro de extinción" en el Libro Rojo de los Invertebrados de Andalucía.