Su traza se debió al arquitecto Francisco de Azurriola.
Este edificio tiene un doble interés para la ciudad, en su aspecto monumental y de significación histórica.
A su valor como ejemplo de arquitectura tardo-renacentista, hay que añadir su importancia como muestra del interés de la ciudad por legitimar su renacentismo de entonces, a través de los vestigios romanos en su suelo.
Por ello, una vez levantado el muro del Arco, el Cabildo Municipal decide colocar todas aquellas estatuas y lápidas latinas que habían aparecido en las ciudades romanas de alrededor.
El Arco, que se abre con un muro de más de dos metros de grosor, presenta una altura de siete metros.
Su coronamiento fue más aparatoso, ya que tenía una gran hornacina, flanqueada de dos aletones, en la que había una enorme estatua de Hércules.
La jarra de azucenas de la clave, así como el castillo y el león de la cornisa, conforman el escudo de la ciudad.