Obra atribuida al genial arquitecto Diego de Siloé, su fachada original del siglo XVI resulta aún parcialmente visible en la Calle Ballesteros una portada renacentista de piedra se inserta en el chaflán del edificio, con arco de medio punto con forma de un peculiarísimo luneto. El tímpano aún conserva (aunque bastante deteriorado) el escudo condal.
Sobre el escudo, se abre un vano esquinero con balcón, en donde destaca una curiosa columna angular de madera acanalada, con capitel compuesto y pedestal, recurso habitual en la arquitectura nobiliaria castellana.
Las fachadas laterales exhiben ventanas platerescas de escayola.
El edificio no ha podido ser más polivalente a lo largo de su historia: colegio, taller, periódico, oficinas, casa okupa; y finalmente convertirlo en bloque de viviendas.