Es uno de los lugares donde Antonio Muñoz Molina pasa su niñez y que se convierte en un protagonista más en su obra. "(…) me acuerdo del vértigo de asomarme a los miradores de la muralla y ver delante de mis ojos toda la hondura de los precipicios y la extensión ilimitada del mundo, las terrazas de las huertas, las lomas de los olivares, el brillo quebrado y distante del río, el azul oscuro de las estribaciones de la Sierra, el perfil de estatua derribada del monte Aznaitín […]" Antonio Muñoz Molina. El Jinete Polaco.