Los poetas clásicos latinos aplicaban el apodo Febo al dios sol, de ahí las referencias comunes en la poesía europea posterior a Febo y su carro como una metáfora del sol.2
Cervantes, en el Quijote, al comienzo del capítulo XX de la segunda parte, se refiere al sol con el nombre de Febo: «Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos...».4
Su nombre fue utilizado en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, junto al de Atenea, para las mascotas, dos hermanos llamados Athenà y Phèvos.