A finales del XIX se buscan alternativas al carbón para satisfacer la creciente demanda energética. Un ingeniero, Rafael Benjumea, recibe el encargo de aprovechar el desnivel existente entre la entrada y la salida del desfiladero para producir electricidad. La obra, terminada en 1906, consistía en desviar el agua de la entra del Gaitanejo, forzarla a circular durante tres kilómetros por un canal hasta la salida de los Gaitanes, para dejarla caer desde más de cien metros de altura hasta la primitiva Central hidroeléctrica Salto del Chorro. Un camino adosado a la roca ayudaba a las tareas de mantenimiento del canal. Por los pequeños balcones que aún existen en el tramo superior, el camino recibió el nombre de Balconcillos de los Gaitanes.
La construcción de un canal de agua desde los embalses del norte hasta El Chorro para aprovechar aquí el desnivel en una central hidroeléctrica, llevó aparejado un camino de mantenimiento de dicho canal, conocido como Caminito del Rey porque la obra fue inaugurada por el rey Alfonso XIII.
Por su obra, el Rey concedió a Rafael de Benjumea el título de Conde de Guadalhorce.