En las ciudades romanas el macellum o mercado, se situaba en el centro, construyendo un edificio independiente en ocasiones financiado por un evergeta o mecenas y gestionado por los magistrados que designaba el senado local.
Alrededor de un patio central o area, solían distribuirse las tiendas o tabernae, junto a estancias donde se guardaban los pesos y medidas o stateare. Junto a la carne, aves de corral y de caza, y el pescado solía venderse pan o producto hortícolas.
El mercado de Torreparedones ocupaba alrededor de 380 m2, abierto al decumano máximo y al cardo. A este edificio se abrían dos puertas. Una tercera puerta se abría al Este, desde el cardo.
Las excavaciones arqueológicas han documentado hasta cuatro fases constructivas, desde su inicio en el siglo I d.C. hasta época tardoantigua.
El mercado primigenio respondía al modelo de planta central en torno a un patio, pavimentado con losas y un canal perimetral para evacuación del agua de lluvia que se eliminaba a través de una cloaca situada bajo el decumano máximo, vertiéndola hacia el Oeste, y un pórtico en tres de sus lados con basas áticas sobre plinto y capiteles de estilo corintio; alrededor están una docena de tiendas, cuatro en el sector oeste, tres en el este y cinco en el sur.
La carne de vacuno debió ser el producto más vendido en el mercado, representado por ejemplares de ambos sexos que eran sacrificados en edad adulta, si bien también debió de ofrecerse pescado, tal como atestigua una cisterna ovalada, en la esquina suroeste, en cuyo interior se hallaron restos óseos de peces.
Al final de su actividad, el mercado redujo sus dimensiones y consiguientemente el número de tiendas, pavimentándose entonces un nuevo patio más pequeño con ladrillos en forma de opus spicatum.
Sin actividad desde el siglo III d.C., acabó perdiendo su función comercial para acoger después rediles de animales y ser usado mas tarde como cementerio.