La primera máquina para secar el cabello apareció en Francia en 1890, dentro del salón de su creador, Alexandre Godefoy. En realidad, era una aspiradora adaptada para invertir su resultado. La bomba de aire de la aspiradora crea un vacío que absorbe el polvo, y el movimiento del motor calienta los gases de su interior. Godefoy quitó el tubo de la entrada y lo colocó en la salida de aire caliente. Había nacido el secador eléctrico.
Pero estos aparatos no se popularizaron hasta 1920, con artilugios más pequeños compuestos por un ventilador y una resistencia que calentaba el aire.
En los años 30 los secadores de casco invadieron las peluquerías.
A mediados de los 50, las carcasas de baquelita irrumpieron en el mundo de la estética y por fin aparecieron los secadores de mano.