Las obras de las Iglesias románicas, tenían siempre un responsable, que seguía la obra de principio a fin, era el Magíster muri.
En las ilustraciones de la época se le representaba con el bastón de mando en la mano, La Virga
El maestro tenía conocimientos específicos para concluir la obra y a la vez grandes responsabilidades, ya que debía encargarse de la organización del trabajo, inventar nuevos sistemas de construcción, construcción de máquinas, desplazamiento de materiales etc.
Dependían de él los capataces, que eran sus más directos colaboradores, pero los albañiles eran también, unos pequeños maestros, pues resolvían todos los problemas prácticos que iban apareciendo a medida que realizaban el trabajo a ellos encomendado.
A veces en torno a un buen maestro, reunían, además de los anteriores, pintores, escultores, cortadores de piedra, talladores, marmolistas, pavimentadores, leñadores y carpinteros. Estos grupos se les llamaba Corporaciones
Dependiendo de la importancia del encargo, y gracias al poder económico y organizativo de la Iglesia, se llamaban a Corporaciones, incluso del extranjero, con lo cual los Magíster muri, eran hombres cultos y muy viajeros que transmitían sus conocimientos a lo largo de los Países que visitaban.
El proyecto del edificio no quedaba registrado en papel, sino que debía estar bien claro en la cabeza del maestro, que cada día realizaba un boceto, a tamaño natural y en una colada de yeso, de las partes a realizar ese día.
A veces una parte de la población, ofrecía su trabajo gratuitamente, o como forma de pagar alguna deuda con la autoridad del lugar.